Había llegado el día, tan ansiado por mí, todo transcurrió lento, demasiado lento.
Nos retiramos del bar en busca de otro destino, un ambiente más movido, más prendido.
Nos aventuramos y caminamos por la alameda disfrutando del paisaje. Conversamos de filosofía,
arte y que se yo que más, iba confundida buscando los límites de tu rostro, estaba inundada de
tu ser o al menos bastante. Era un juego, un juego de seducción, en el cual yo perdía más que tú,
en el cual definitivamente perdí, pues me di cuenta que no eras más que...
la alucinación preferida de mi enfermedad.
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